Pese a la débil fundamentación del fallo de la Corte de La Haya, es un error renunciar al Pacto de Bogotá como solución a estos males.
Evaluar nuestra permanencia en el pacto envía el mensaje de un país pequeño, con la vista corta, que no entiende la importancia de alimentar activamente el orden jurídico internacional.
Abandonarlo sería una pésima señal política, que nos dejaría como malos perdedores y nos pondría a la altura de países que se restan de tribunales internacionales.
Josue Mirena Gonzalez Ruiz
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Evaluar nuestra permanencia en el pacto envía el mensaje de un país pequeño, con la vista corta, que no entiende la importancia de alimentar activamente el orden jurídico internacional.
Abandonarlo sería una pésima señal política, que nos dejaría como malos perdedores y nos pondría a la altura de países que se restan de tribunales internacionales.
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