Son curiosas las vueltas de la vida. Mi padre nunca lo admite pero estoy segura de que le habría encantado tener un hijo en la familia.
Dios lo premió en cambio con tres mujeres. Lo divertido es que nunca dejó de hacer nada de lo que habría hecho con un hombre por tener solo niñas; recuerdo esto fundamentalmente porque cuando tenía unos 8 años, mi hermana mayor (9) y la más chica (5), mi padre nos compró nuestros primeros bototos amarillos Caterpillar.
En aquel entonces no sabía que se trataba de los calzados más famosos del mundo y que sus seguidores lo han introducido en la cultura callejera convirtiéndolo en un ícono fashion que ha trascendido todas las edades, estratos y países.
Para una niñita que solo le gustaba el rosado y los vuelos, este bototo era lo más tosco que podía tener. Pero no pasó mucho tiempo desde que me hice adicta a mis reconocibles CAT color miel y suela amarilla.
Llegó un minuto en que no podían faltar en mi clóset, eran fundamentales a los 14 años, a los 20 en plena universidad, y ahora que soy una mujer profesional hecha y derecha es imposible no tenerlos como parte de lo más preciado de mi armario zapatero.
Y es que no solo son funcionales, sino además de los más top que se pueda tener. Jeans, polera blanca y mis CAT, no necesito nada más.
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Josue Gonzalez Ruiz
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