Divorciada y estadounidense es la posible próxima integrante de la familia real británica. También actriz, una profesión que hasta hace algunas décadas no se consideraba apropiada para una “mujer decente”. En las últimas semanas, los medios de comunicación británicos han dado por seguro que en diciembre se anunciará la fecha de matrimonio entre el príncipe Harry, quinto en la línea de sucesión al trono y Meghan Markle, que es tres años mayor que él.
Lo anterior demuestra mejor que cien discursos el profundo cambio que han experimentado las costumbres en la vieja Inglaterra y, sobre todo, en la mentalidad de los Windsor y la propia reina Isabel, la monarca más longeva de la actualidad. Basta recordar que en 1936 el rey Eduardo VIII debió abdicar porque no fue autorizado a casarse con Wallis Simpson que, tal como Meghan, era estadounidense y divorciada.
La joven norteamericana tiene un look muy distinto al de las integrantes de la familia real y las aristócratas que circulan en su entorno, ya que es hija de Doria Ragland, una terapeuta afroamericana y Thomas Markle, cineasta de ascendencia irlandesa. Curiosamente, es muy parecida a Pipa Middleton, hermana menor de la duquesa de Cambridge, que encantó al príncipe cuando compartieron el balcón del palacio real durante la boda de William y Kate, en 2011. Meghan creció en sets de filmación acompañando a su padre, por lo que comenzó a trabajar muy joven en televisión y cine. Su rol más conocido es el de la abogada Rachel Zane en la serie Suits.
Además de su trabajo como actriz, es una bloguera con millones de seguidores en Instragram y Twitter, y colabora con la ONG World Vision, de Canadá, que apoya a niños de pocos recursos. También es cercana a Naciones Unidas Mujer para campañas en favor de la igualdad de género. Sobre el hecho de tener ascendencia afroamericana, declaró en 2015 a la revista Elle: “Mi herencia mixta puede haber creado una zona gris respecto a mi identidad, manteniéndome con un pie en ambos lados de la cerca. Pero la he aceptado para decir quien soy, para compartir de dónde soy, para expresar mi orgullo de ser una mujer fuerte y de raza mixta”.
El shock que este romance produjo en sus inicios se ha ido moderando con el paso del tiempo, gracias a la decisión con que el príncipe Harry ha seguido adelante y al apoyo que le han dado otros integrantes de la familia Windsor.
Fiestero y alocado en su adolescencia, Harry se ha reformado después de su último gran escándalo —cuando lo filmaron desnudo en una fiesta Triple X en Los Ángeles— y actualmente está dedicado a encabezar campañas internacionales de beneficencia y a representar dignamente a su abuela, la reina. Fue en su rol de voluntario cosmopolita que conoció a su actual pareja, ya que en julio de 2016 Meghan asistió invitada a una fiesta promocional de los Juegos Invictus, una competencia auspiciada por Harry a beneficio de ex soldados heridos en campos de batalla.
Según han contado cercanos al príncipe, ese día intercambiaron sus números de celular y Harry la bombardeó con mensajes de whatsapp hasta que la actriz aceptó una invitación a comer. Aunque ella estaba saliendo con el chef canadiense Cory Vitiello, esa relación estaba pasando por un periodo confuso y entonces Meghan se sintió tan halagada por la insistencia del príncipe que terminó con su novio y comenzó la amistad que podría terminar en la boda más mediática del año 2018.
AMENAZADOS POR EL RACISMO
En sus primeros días el romance pasó inadvertido, pero era imposible que un personaje como Harry pudiera mantener en secreto una relación amorosa. Lamentablemente para ellos, Meghan fue recibida de pésima forma en Gran Bretaña y hubo comentarios racistas en las redes sociales. Los medios contaron lo que estaba pasando y, como ocurre en estos casos, al reproducir los mensajes de odio todo se iba haciendo más insoportable para ella. Entonces el príncipe reaccionó y desde el palacio de Kensington —que es la sede oficial de William, Kate y Harry— se emitió un comunicado pidiendo respeto por Meghan y su familia con lo que, de paso, se dio por confirmado el romance. Incluso el príncipe William y Kate respaldaron, en otro comunicado, a la naciente pareja.
Con esas precisiones, Harry estaba inaugurando una nueva etapa porque nunca antes un organismo de la Casa Real había mencionado ni siquiera el nombre de sus conquistas. La sudafricana Chelsy Davy fue su pareja durante siete años —lo acompañaba en vacaciones, a partidos de polo, fiestas y matrimonios de amigos comunes—, pero nunca fue mencionada en un documento oficial. Lo mismo aconteció con Cressida Bonas quien fue su casi novia durante dos años, pero no quiso casarse con Harry porque, pese a que proviene de una familia aristocrática, quiere ser actriz.
Meghan es todo lo contrario a Cressida porque a mediados de octubre, productores de la serie Suits confirmaron que renunció y no estará en la octava temporada. “Meghan sabe que no puede actuar al mismo tiempo que ser una princesa, pero está feliz de hacer este sacrificio profesional”, dijeron.
En agosto, el diario británico Daily Star Sunday había publicado que Harry le pidió matrimonio durante unas románticas vacaciones en Botswana y le entregó un anillo que había mandado a hacer con los diamantes de un prendedor que perteneció a su madre. Si esta información es efectiva, el príncipe estaría imitando a su hermano mayor que le pidió matrimonio a Kate también en África y lo oficializó con el anillo de compromiso que fue de la princesa Diana.
Septiembre fue un gran mes para la pareja. Harry cumplió 35 años y Meghan apareció en la revista Vanity Fair posando para una gran producción fotográfica y hablando por primera vez de su relación. “Somos una pareja, estamos enamorados”, precisó asombrando a todos porque nunca antes la novia de un príncipe británico había hablado públicamente antes de que se hubiera anunciado la fecha del matrimonio. Incluso, ninguna había dicho tanto de sí misma en tan pocas líneas: “Estuvimos saliendo de manera discreta durante seis meses antes de ser noticia y yo estuve trabajando todo el tiempo. Lo único que ha cambiado es la percepción de la gente; no ha cambiado nada en mí. Soy la misma persona, mi relación no me define”.
Seguramente los monárquicos más tradicionales estarán un tanto extrañados con ese pensamiento. ¿La relación con el príncipe no la define? Incluso en este milenio, cuando una plebeya se casa con un integrante de una monarquía enfrenta un cambio profundo en su vida y prácticamente se convierte en otra persona. Aunque el príncipe Harry nunca será rey, seguirá integrando a la familia real inglesa para siempre y si efectivamente llegan a casarse, su esposa tendrá privilegios y deberes con los que antes ni siquiera había soñado.
Lentamente, Harry la ha hecho compartir sus ambientes y se dice que Meghan tiene ya algunos clósets propios en el departamento del príncipe en el palacio de Kensington que, en la práctica, funciona como un edificio para los integrantes de la familia real. También se traslada con escoltas cuando está en Londres y tiene trato VIP en los aeropuertos.
TOMANDO EL TE CON LA REINA
Considerando el ritmo que ha ido adquiriendo esta historia de amor y la habilidad del príncipe para conquistar a los medios de comunicación, se considera que la confirmación del noviazgo se produjo cuando aparecieron caminando tomados de la mano en los Juegos Invictus en Toronto, a comienzos de octubre. En esa ocasión, Harry también posó muy afable junto a la madre de su novia y Meghan mostró un detalle propio de las mujeres de la Casa de Windsor: las uñas de las manos sin color. Esto es porque la reina Isabel considera “inapropiado” esa costumbre que el resto de las mujeres del mundo sigue a diario.
Un poco antes de esa caminata pública, se había producido el hecho que ha llevado a los periodistas británicos a conjeturar que la boda debería anunciarse antes de la Navidad: la reina Isabel aceptó reunirse con la elegida de su único nieto soltero. Y en esto también marcó distancia con el trato que dio a otras novias de Harry.
A Chelsy Davy se demoró cuatro años en aceptar conocerla y, cuando lo hizo, se limitó a saludarla fugazmente en el matrimonio de Peter Phillips con la canadiense Autum Kelly, en 2008. Peter es nieto de la reina, hijo de la princesa Ana y por lo tanto primohermano de Harry. Para conocer a Meghan, en cambio, la reina eligió reunirse con ella y el príncipe apenas un año después de iniciado el romance y en una de las actividades diarias que más le gusta: la hora del té.
Según el diario The Telegraph, Harry ha dado personalmente clases de “comportamiento royal” a Meghan y la instruyó en especial para esta importante ocasión. Lo primero fue la forma en que debía dirigirse a la reina. Sus nietos le dicen “granny” (abuelita) cuando están a solas con ella, pero si hay “afuerinos” en el salón no lo hacen. Al ser presentadas por el príncipe, Meghan le dijo a la reina “Su Majestad”, y al continuar la conversación comenzó a decirle: “ma’am”, una forma tradicional para “señora”. Así la tratan la duquesa de Cambridge y otras integrantes de los Windsor que no son sus familiares directos.
No está claro el día exacto en que ocurrió el importante acontecimiento, pero según algunos medios se dio poco después que la reina volvió a Londres desde Balmoral, donde pasó sus largas vacaciones de verano. Estuvieron los tres a solas en el saloncito privado de la soberana en el palacio de Buckingham, y como la historia ha evolucionado tan rápidamente no hablaron de cuando se anunciará el noviazgo, sino directamente de cual será mejor fecha para realizar la unión.
Esa no podrá ser antes de abril del próximo año porque en ese mes nacerá el tercer hijo de los duques de Cambridge, un tema al que nadie deberá quitarle protagonismo. Mayo sería demasiado pronto para William y Kate —que estarán exhaustos por la emoción y todo lo que implica traer un tercer hijo al mundo—, por lo que los meses más promisorios serían junio o julio.
Mirando hacia ese futura ceremonia asoman varias interrogantes; ¿será una boda religiosa?, ¿tan multitudinaria como la de William y Kate? No son preguntas antojadizas, puesto que Megan es divorciada y, además, no profesa la misma fé que Harry: según algunos medios es católica y otros aseguran que tiene ascendencia judía.
La Iglesia Anglicana despejó algunas dudas confirmando que el príncipe podría casarse en la abadía de Westminster, tal como William, porque una reforma del año 2002 permite los matrimonios de personas divorciadas. Y no pone impedimentos a los fieles de la religión judía.
EL PASADO
Superados ya los ataques racistas, los únicos ataques que se mantienen contra Meghan provienen de su ámbito más cercano. Su hermanastra Samantha Markle Grant está promocionando la próxima aparición de un libro escrito por ella que se titula Diario de la hermana de una princesa arribista.
Samantha es hija del primer matrimonio de Thomas Markle y asegura que “ayudó a criar a Meghan”, que es catorce años menor. En noviembre de 2016 dio una entrevista al diario inglés The Sun afirmando que Meghan siempre había sido ambiciosa y arribista, tenía deseos de ser princesa y sentía “predilección por los hombres colorines”. También dijo que Hollywood había transformado a su hermana y “cuando la familia real sepa como la novia de Harry trata a sus cercanos, me sorprendería que el príncipe quiera seguir con ella”. Ahora asegura que su libro no es de escándalo y que ayudará a que la gente conozca “lo encantadora” que es Meghan.
Por su parte, Trevor Engelson, el ex marido de la actriz, está preparando una serie televisiva con un argumento fantaseado a partir de su propia vida. Engelson es productor en Hollywood y consiguió financiamiento de la cadena Fox para grabar una historia en tono de comedia que narra como un hombre se enfrenta a la familia real británica porque su ex esposa se casa con un príncipe. El enfrentamiento es por la custodia de un hijo que tuvieron durante su matrimonio. Trevor y Meghan en realidad no tuvieron descendencia, pero compartieron mucho juntos y esos detalles podrían ser una pesadilla para los Windsor.
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Josue Gonzalez Ruiz
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