martes, 5 de diciembre de 2017

Julianne Moore, madurez sin miedo (Josue Mirena Gonzalez Ruiz)

Entre rodajes, campañas de publicidad de L’Oréal Paris, marca de belleza de la que es embajadora desde 2013, y red carpets (¿cómo pasar por alto sus recientes looks para el Festival de Cine de Venecia, donde lució más elegante que nunca?), se encuentra en una digna cruzada personal, con la que pretende empoderar a las mujeres que, tras cinco décadas de vida, sufren la presión social por “no avejentarse”. Ejemplo de ello fue hace algunas semanas, cuando se dio a conocer que, junto con Liv Tyler, Moore es imagen de una importante marca de ropa interior, donde se muestra segura, sofisticada y ¡muy sexy!

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Por si fuera poco, la audacia de posar en paños menores, recién declaró a una revista femenina que lo que menos le obsesiona es crecer: “Podrías estar muerta, así que disfrútalo. Es un privilegio que pasen los años”, señaló. Con este tipo de revelaciones, la estadounidense de origen escocés se ha unido a otras divas de Hollywood, como Helen Mirren, para invitarnos a todas a dejar de preocuparnos por los estragos físicos consecuentes de los avances del reloj, pues para ella, cualquier marca es una “herida de guerra”, un sinómino de experiencia y, sobre todo, una señal de que se ha dejado huella en este mundo, justo como lo ha hecho con su carrera.

AL BUEN TIEMPO, BUENA FAMA

Un Oscar por Mejor Actriz, dos Globos de Oro, un Premio Bafta y un Emmy son algunos de los reconocimientos que se ha ganado en sus 30 años de trabajo duro. Y resulta difícil imaginar que, a lo largo de esta impactante trayectoria, algo la haya intimidado. De hecho, si pudiéramos describir en una palabra lo que hace, sería “intenso”. Puede dar vida desde a una ama de casa depresiva con una sexualidad reprimida (The Hours), una exdiva que lucha contra el olvido (Map to the Stars), una mujer que atraviesa un divorcio con el gran amor de su vida (Crazy, Stupid, Love), hasta a una erudita del lenguaje que se enfrenta al Alzheimer a temprana edad (Still Alice, cinta que por cierto, le valió su estatuilla dorada, en el 2015).

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Cada papel que elige la reta no solo a ella, sino también a nosotros como espectadores, pues nos incomoda y cuestiona nuestra visión de la realidad. ¿Cómo olvidar aquella escena de Savage Grace, cuando, inmersa en su rol de Barbara Baekeland, seduce a su propio hijo, interpretado por el aclamado Eddie Redmayne? ¿O cuando en Boggie Nights, ópera prima de Paul Thomas Anderson, se le ve como una estrella porno destruida por la cocaína luego de haber perdido la custodia legal de su hijo? Al respecto de sus controversiales papeles, en 2014 declaró al diario inglés Telegraph: “Algunos actores me han dicho que no pueden lograr cierto tipo de escenas. ¡No puedes decirte eso a ti mismo!, ni tampoco frases como ‘Estoy haciendo esta película solo porque será buena para mi carrera’.

Eso es terrible. Por supuesto, yo he hecho cosas que no me han gustado, pero siempre he tratado de aprender de ellas”.

La actriz, cuyo talento es tan apreciado que los escritores reescriben el guión con tal de que ella lo apruebe, para nada se da aires de grandeza. Proviene de una familia americana tradicional de clase media, en la que su padre, un juez militar, y su madre, trabajadora social escocesa, le enseñaron dos culturas en su totalidad distintas, a lo que quizá podría atribuirse su capacidad de adaptarse a cualquier escenario. Sus papás le advirtieron que podría dedicarse a lo que quisiera, siempre y cuando tuviera una educación.

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Lo que ellos no esperaban es que aquella joven de aspecto un tanto nerd (alejado por completo de la bomba de erotismo actual) eligiera la actuación. “Se escandalizaron cuando les dije”, compartió al periódico The Guardian. Y así, cumplió su promesa de estudiar: después de acabar la universidad, aceptó un papel en una teleserie, donde estuvo tres años, e hizo ruido mediático por hacer escenas semidesnuda. “No fue gran cosa. De cierta manera, actuar es una manera de superar la conciencia de uno mismo. Se trata de cómo cobras vida frente a la cámara. Siempre te estás cuestionando: ¿esto es real y auténtico?”, sostuvo para Telegraph.

LA ACTRIZ MÁS ESTABLE DEL MUNDO

Julianne es la mayor de tres hermanos, y durante su infancia, su familia nunca permaneció en un mismo sitio por más de dos años. Considera que quizá ese estilo de vida nómada la ha llevado a luchar hoy día por cierta estabilidad lejos de los reflectores. “Doméstica” es uno de los adjetivos que ha utilizado para definirse a sí misma. Y es innegable que, a pesar de la fama excesiva, Moore ha logrado darse tiempo para todo, incluido para amar y cuidar a sus cercanos en la privacidad, lejos de los típicos escándalos de Hollywood.

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Aun durante su divorcio en 1995 del director John Gould Rubin, con quien duró 11 años en matrimonio, mantuvo la discreción. “Me casé demasiado pronto y en realidad no quería estar ahí”, confesó en ese entonces. Y no volvió a decir nada más. Un año después de esa separación, inició una relación con el cineasta neyorquino Bart Freundlich, a quien conoció durante el rodaje de The Myth of Fingerprints. Hoy, la pareja continúa unida (llegaron al altar en 2003, en una ceremonia íntima) y se les ve pasear con frecuencia en las calles de Nueva York, cerca de su residencia en West Village, acompañados, a veces, por los dos frutos de su amor: Caleb, de 20, y Liv, 15, esta última una fina y tierna copia de su madre.

“Cada familia es diferente”, escribió para The Guardian. “En la mía, le debía pedir a mi padre que me diera dinero, y a mi madre, que me diera permiso de salir. Nunca puede obtener todo de uno solo. Así es ahora con mis propios hijos: mi esposo y yo nos dividimos roles”.

CON LOS SUEÑOS FIRMES

La maternidad, a decir verdad, le llegó un poco tarde, a los 37 años de edad. Sin embargo, dentro de ella siempre supo que era lo que más deseaba. “No era de esas mujeres que decían: ‘Bueno, si pasa, pasa’. En realidad quería una familia”. Y ahora que la tiene, procura enseñarles que, al igual que ella, persigan su camino, realicen lo que más les apasiona y los haga felices, y tomen eso como una guía para el resto de su vida.

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Orgullosa de sus años, la afortunada Julianne no deja de trabajar; recién estrenó en Venecia Kingsman: The Golden Circle (cuya premiere en NYC fue cancelada para donar el dinero presupuesto a las víctimas del huracán Harvey) y tiene, entre otros proyectos, la película Bel Canto, y una miniserie dirigida por David O. Russell, conocido por el filme romántico Silver Linings Playbook. Por supuesto, no podemos esperar a verla una vez más en escena, porque, cuando de Julianne se trata, Moore is Moore.

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Josue Gonzalez Ruiz

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